Esa noche en que la luna nos bañaba con su esplendor,
En que la brisa nos acariciaba en nuestro derredor,
En una mirada sutil, frágil, como de cristal simple,
Surgió el primer beso,
Sencillo, con miedo,
Y el arrastro como de repente un remolino de secuencias,
De caricias desesperadas,
Con la ansiedad del deseo restringido.

Aquella noche que inicio nuestro idilio,
Nuestros sentidos nos hicieron presos de la pasión,
Ni la lluvia que nos mojaba, ni los relámpagos, ni los truenos,
Lograban dispersar aquel intenso abrazo que nos unió.

Solo el desmayo de nuestras fuerzas logró traernos a la realidad,
En la que caricias, besos y ternezas suaves,
Sustituyeron aquel fuego incontrolable que el primer tímido beso desató.

A partir de aquella noche la vida es esplendorosa,,
La magia envuelve todo lo que nos rodea,
Y te veo en cada verso, en cada rosa,
En cada aroma que perfuma mi existencia,
Y grito mi alegría para que la reparta el viento,
Y todos sepan lo que siento.

Pero el tiempo en ti empezó a apagar
Toda aquella pasión que nos llevó a amar,
Y me dejaste,
Como a un zapato viejo me tiraste,
Sin importar el dolor que en mi provocaste.

Y yo me resistía,
No podía pensar que ya no eras mía,
Y mis pensamientos iban y venían,
Sin encontrar la respuesta que merecía,
Y borracho de dolor me desvanecía,
Mientras tú con otro gritabas de alegría.

De nuevo el tiempo
Ahora me ayuda a comprender
Que todo aquel amor era de papel,
Y ese mismo tiempo cierra mis heridas
llevándote fuera de mi vida.

Ya no extraño tus besos ni tus caricias,
Ni necesito de ti una sonrisa,
Ya se apagó la llama de ese amor
Se la llevó la brisa.

Hoy te veo de brazos en brazos,
Y a otras bocas llevando sabor a retazo,
Te has convertido en una insaciable que no tiene caso,
Y tus actuaciones te acompañan al ocaso.

Pero no me alegro de tu desdichada vida,
Por todo lo que te quise me da pena,
Y solo espero que puedas encontrar otro verdadero amor,
Que te haga renacer y reencontrar tu verdadero valor.